El mejor regalo es tu presente
Como nos gusta fantasear con un futuro idílico, especular
con posibles situaciones que nos producirían, a priori, una felicidad palpable;
desatar nuestra imaginación y regodearnos con el mañana. A fin de cuentas, esta
actitud innata en nosotros nos hace vivir de forma racheada cada día, buscando
una nueva ilusión en la que agarrarnos con la única finalidad de conseguir que cuando suene
nuestro despertador la batalla con la almohada no sea tan complicada de ganar.
Hay momentos de nuestra vida en la que necesitamos esas insuflaciones de ilusión que nos ayuden a mantener una cadencia respiratoria constante para conseguir nuestra felicidad presente basándonos en el posible futuro. Y no considero una opción mala de elegir cuando hemos atravesado recientemente algún bache que de alguna forma ha descarrilado nuestra conducción diaria.
Vivir ilusionado y con ilusión es inequívocamente un síntoma
de mejora en tu vida, y hacerlo de esta forma un paso adelante a la hora de
salir del túnel en el que encontraste ese bache. Pero, por otro lado, esa metodología
de vida nos puede desencadenar en una posible frustración cuando alguno de nuestros
planes futuros no se desenlace de la forma en la que lo habíamos planteado. Además,
el vivir encadenado a un futuro lleno de altibajos, te deja en manos de un
conjunto de variables que alejan de tu vida el control en acciones y emociones.
Por eso, deja de transformar una situación puntual en una ilusión
para afrontar con ganas cada día; enfocar en un momento concreto la posible
felicidad de un día completo solo limita tus emociones positivas.
Valorar cada detalle, vivir el presente sin saber que misterios
nos deparará el futuro y asimilar que por fin el pasado dejó de marcar nuestros
días y se quedó en nosotros como el mejor consejero para nuestra vida, ayudará
a construir una base muy sólida en tu búsqueda de la felicidad.
Y a mí, la felicidad me gusta contrastarla en base a dos vertientes,
una nocturna y otra diurna en las que el único personaje principal soy yo mismo
y donde la temporalidad se centra en el presente inmediato.
Por un lado, la vertiente nocturna se basa en la valoración
de esos momentos de bienestar que pasé a lo largo del día; cada noche, en esos
minutos antes de dormir en los que comienzas a cerrar los ojos y solo quedas tú,
la cama y tu mente cada vez más en blanco: me voy dando cuenta de todo lo positivo
que he hecho o me ha pasado en este día, aquello que de una forma u otra me ha aportado un
granito de felicidad y ha provocado que justo antes de dormir acabe mi día con
una sonrisa.
Por otro lado, la vertiente diurna, esa que comienza en el
momento en el que la alarma provoca un “microinfarto” en ti y te baja de esa nube
en la que estabas. Es justo ahí, cuando vuelve a cobrar algo de sentido tu
existencia, recuerdas quién eres y dónde estás y desembocas en la misma sonrisa
con la que te dormiste. Sabes que el día de ayer te dejó momentos agradables y
que hoy tienes una nueva oportunidad de afrontar muchos momentos que de forma
muy gratificante también desembocarán en felicidad. Aun sin saber cuales serán esos
momentos, ni con quién exactamente los compartirás, llegarán, porque por mínimo
que sea siempre hay a tu alrededor algo positivo que te desinhibe y te hace bien.
Es ahí cuando entiendes que el día merece la pena vivirlo y
no eres capaz de perder ni un minuto más en la cama desaprovechando con sueños
aquello que puedes llegar a vivir.
El interiorizar ambas vertientes y vivir valorando todo
aquello que puede aportarte algo positivo desembocará en un incremento
cuantitativo y cualitativo de momentos mágicos que solo con vivirlos te inundarán
de una felicidad plena e inesperada mucho más rica y natural.
Sin duda, llegar a ese punto idealizado (al menos por mí) es
muy complicado, y en algunos casos hasta impensable, pero no pierdes nada intentándolo,
y encima te saldrá gratis: antes de dormir, cierra los ojos, respira y empieza
a “rumiar” todo aquello que a lo largo del día te ayudó a ser feliz, eso que
solo al pensarlo te desemboque en una maravillosa sonrisa.
Por cierto, qué bonita te queda.
Comentarios
Publicar un comentario